EL EXTRAÑO CASO DEL CANGURITO
Cangurito se asomó al exterior desde el bolsillo de su Mamá Cangura.
- ¡Que grande es el mundo! Exclamó con admiración. ¿Cuándo me dejarás salir a recorrerlo?
- Yo te enseñaré sin necesidad de que salgas de mi bolso – Dijo Mamá Canguro pasándole la lengua por el fino pelaje.- No quiero que te juntes con malas compañías ni que te expongas a los peligros del bosque. Yo soy una Canguro responsable y decente.
Cangurito lanzó un suspiro y permaneció en su escondrijo sin protestar.
Ocurrió que cangurito como todos los canguros, empezó a crecer y a desarrollarse, y lo hizo de tal manera que el bolsillo de Mamá Canguro comenzó a descoserse por las costuras.
- ¡Te prohíbo seguir creciendo!- dijo con energía Mamá canguro-. Y cangurito, que era una criatura más obediente del mundo, dejó de crecer en aquel instante.
Dentro del bolsillo de Mamá Canguro, comenzó a hacer preguntas y preguntas acerca de todas las cosas que veía. Era un animalito inteligente y demostraba una clara vocación científica pero Mamá Canguro le molestaba no encontrar a mano las respuestas necesarias para satisfacer la curiosidad de su pequeño.
- ¡Te prohíbo que vuelvas a hacerme mas preguntas!- Y cangurito que cumplía a la perfección el cuarto mandamiento, dejó de preguntar y se le puso la cara de cretino.
Un buen día las cosas estuvieron a punto de volver a sus causes normales. Ocurrió que cangurito, asomado como siempre desde el bolsillo de su Mamá vio cruzar ante sus ojos una cangurita de su misma edad. Era el ejemplar más hermoso de su especie.
- ¡Mamá! exclamó con voz emocionado – quiero casarme con la Cangurita.
Mamá Canguro derramó una lágrima;
-¿Quieres abandonarme por una Canguro cualquiera? ¡Este es el pago que das a mis desvelos!
Y con más energía que nunca Mamá Canguro dio una orden:
- ¡Te prohíbo que te cases!
Y cangurito no se casó.
Cuando Mamá Canguro murió, vinieron a sacar a cangurito del bolsillo delantero de la difunta. Era un animal extrañísimo, su cuerpo era pequeño como el de un recién nacido, pero su cara comenzaba a arrugarse como la de un animal viejo.
Apenas toco la tierra con sus patas, su cuerpo se bañó de un sudor frío.
- ¡Tengo miedo a la tierra! – dijo: – Parece que baila a mí alrededor.
Y pidió que le metiesen en el tronco de un árbol.
Cangurito pasó el resto de sus días asomando el hocico por el hueco del tronco. De cuándo en cuándo se le oía repetir en voz baja:
- Verdaderamente ¡que grande es el mundo!
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